UNA HISTORIA DE VIDA

No recuerdo haber tenido contacto con los libros en mis primeros años de vida, quizás por la época y el lugar donde vivíamos, un sector rural donde había otros intereses, donde el juego, las tradiciones, la libertad, espontaneidad y el disfrute de la naturaleza formaban parte de la vida. Hoy comprendo que todo eso hacía parte de mi formación; pertenecer a una familia tradicionalista, donde el amor, la confianza, el contacto con el medio natural, influyeron significativamente en lo que hoy soy y mi formación no sólo como lectora sino como persona. Porque leer, también es leer el mundo que te rodea, conocerlo, interpretarlo y apropiarte de él.


Tengo la dicha de poder decir que el primer contacto que tuve con los libros y las letras no fue en la escuela, fue con mi madre; una mujer, que para la época en la que vivió creía y tenía claro que el mayor acto de libertad sólo se lograba a través de la educación. Nunca leyó a ningún pedagogo, pero si tenía claro y estaba convencida que la educación era el mejor camino para lograrlo. Desde su época, para ella, aprender a leer y a escribir era fundamental y sin saberlo, pero hoy creo que si pretendiéndolo, en su mente revoloteaban las ideas Freirianas del despertar de la conciencia y del cambio de mentalidad, tan necesario, especialmente para el género femenino. Por eso antes de que entráramos a la escuela mis dos hermanas y yo ya sabíamos leer, sin más métodos que la pedagogía del amor. Esa fue la primera y gran influencia que tuve, el primer contacto con los libros. No recuerdo haber leído cuentos, historias, ni libros específicos de literatura, uno porque no habían los medios y dos porque no estaban a nuestro alcance en el pueblo donde vivíamos; además, la cartilla del abecedario, Nacho Lee y otras de la época eran las que ocupaban los espacios de lectura. A pesar de todo, las imágenes, los colores y el deseo de una madre y sus hijas fueron determinantes en mi formación.


Recuerdo que a los 7 años, cuando entré a grado primero ya sabía leer y escribir y desde ahí no he parado de leer. Aunque el acceso a los libros continuaba siendo limitado, si recuerdo que cualquier objeto, libro o papel que llegaba a mis manos lo leía y además disfrutaba de participar en actos culturales que se hacían a partir de lecturas.


Tener libros en mi pueblo era un lujo, sin embargo esto no fue óbice para acercarme al mundo maravilloso que esconde cada libro; recuerdo que tenía un especial interés, no solo por la literatura sino también por las enciclopedias y me propuse tener una; Encarta, Wikipedia y otras que tenemos hoy a la mano no existían, por eso vienen a mi memoria la Enciclopedia Lexis 22 y El Círculo de lectores, marcas cuyos tomos no sólo entonces adornaba salas de estar y bibliotecas en los hogares, sino que para mí significaba haber tenido mis primeros libros, a través de los cuales tuve la oportunidad no solo de aprender sino también viajar a otros mundos, a otros tiempos, a universos imaginarios. Hoy son libros que las nuevas generaciones ven como reliquias del pasado debido a la llegada de sus rivales digitales. A mi evocación también llegan quienes con el ejemplo en mi educación secundaria y universitaria cumplieron con su tarea formadora y de la que tengo gratos recuerdos de maestros inspiradores que me acercaron al extraordinario mundo de los libros.


Hoy rindo un homenaje a quien me inspiró, a quien me puso en contacto con los libros, a quien consiguió despertar en mí los deseos no solo de leer sino también prepararme para la vida y sin saberlo y siguiendo la filosofía Martiana, a través de una educación con el ejemplo, hacerme feliz. Si enseñar y educar “es una obra de infinito amor”, leer también lo es; leer es un estilo de vida, leer nos humaniza, nos transforma, nos sensibiliza… Hoy solo sé que no hay un día que pase sin leer, leerme, leer a otros, leer simplemente leer. 

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